martes, 18 de noviembre de 2014

La Plaza del Pueblo, Primer espacio de Networking



Históricamente, la plaza central del pueblo siempre ha sido cúmulo de experiencias, de trabajo, de mercado, el primer espacio donde las noticias circulaban y, como no, los primeros espacios del Networking. El ciudadano establecía sus relaciones sociales en la calle, por medio de la palabra oral, en la que se transmitía conocimiento, se compraban y vendían mercancías, y se encontraba trabajo. Aún, en los espacios públicos de los pueblos, se siguen encontrando personas que habilitan unas enormes redes sociales. En la ciudad, la tecnología ha superado al ciudadano, en mayor medida, por la hiperconectividad a la que se siente sometida.

Empezaremos un poco por el mundo antiguo, trasladándonos a las civilizaciones de Grecia y Roma, donde el Ágora, era el centro neurálgico de la vida cotidiana de sus habitantes. En ellas, los mercaderes buscaban compradores, las “Academias” afiliaban estudiantes y era donde se expandían y difundían las noticias, desde las que tenían que ver con el “Gobierno” a los más pequeños sucesos. Eran los hombres los que acudían, en mayor medida, a concentrarse en el centro de la Ciudad.

Después, el “miedo” instaurado durante la Alta Edad Media (entre los siglos V y XI), hizo que huir de Dios, o por ejemplo, en España, con la instauración de parte del Imperio Musulmán, se dio más prioridad al hecho de la vida cotidiana de puertas para adentro.

Sin embargo, la plaza volvió a convertirse en la Baja Edad Media (ahora hablaríamos de los siglos XII al XV), en el Centro de todas las miradas. Las Ferias y los Mercados volvieron a la vida de todos los lugareños, y con ello, la circulación de la moneda, los viajes de los mercaderes y el establecimiento de relaciones comerciales cada vez a puntos más alejados del Mundo Conocido. El Ciudadano era el que se trasladaba a estos lugares y las noticias cada vez vienen de aristas más complejas y diversificadas. De hecho, empieza a aparecer una nueva clase social, la Burguesa, que aun fuera de los privilegios de la Edad Media, comienza a crecer por la vía económica, hasta el punto de ser mecenas de personajes históricos, capaces de hacer descubrir al Ser humano como verdadera razón de la medida del mundo, siendo el caso de Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel.

La Plaza de la Ciudad se convirtió poco a poco, en el lugar de tránsito obligado, donde se encontraban las obras de teatro, las corridas de toros (en la plaza Mayor de Madrid se organizaban en muchas ocasiones), los días de mercado, los espacios donde divulgar ideas, y dónde se hacían los actos oficiales. Los juicios, incluso, se trasladaron a la plaza, para, sobre todo, informar y “reeducar” a los ciudadanos, sobre lo que la ley decía. El revuelo de la gente indicaba que algo pasaba en la Plaza y todo habitante iba a ver lo que sucedía en ese momento. 

Si alguien quería estar informado de lo que pasaba, debía ir siempre a la Plaza de su ciudad, de su pueblo o de su aldea. Y si nos trasladamos ya hacia los siglos XVIII y XIX, ¿adivinen donde se repartían los primeros panfletos y folletos, primeros atisbos de la aparición de los periódicos, que cada vez fueron acumulando más páginas?

Aún hoy, si visitas algo que no sea una Gran Ciudad, encontrarás puntos de reunión en los que la gente establece sus relaciones sociales, sus relaciones comerciales y el punto de información principal de las noticias. Ahora, muchas de estas cosas, se han trasladado a las Redes Sociales y se crean comunidades con intereses comunes, buscas tus grupos afines o estableces relaciones interpersonales más allá de las fronteras.

Pero, concluyendo, el verdadero Ciudadano no es aquel que se siente conectado al mundo, si no aquel que ya lo está. Tus raíces, las caras de las personas con las que hablas, el boca a boca, la interacción con otros ciudadanos y otros aspectos de la vida cotidiana, es lo que verdaderamente te hace crecer a nivel personal, profesional y emocional.